domingo, febrero 08, 2004

El libro de torturas

Antes de aparcar el tema de la locura de algunos estudiantes (hay más cosas para narrar), quisiera explicar la historia de la Vero y de la Montse, que compartían aula (y profesor tutor)con el Iván del otro día.

La Vero era apabullante. Bruta y basta como ella sola, pero todo corazón. Aunque me costó unas semanas descubrir este último aspecto. Al ser yo un profe nuevo (llevo siendo profe nuevo mucho tiempo, como explicaré algún día), decidió hacer algo por caerme bien. Pero de tan ordinaria que era, hacer la pelota era demasiado sofisticado para ella, de manera que pasó directamente a la seducción. Tampoco tenía muchas artes ni finuras que digamos en el tema de manera que lo primero que me dijo al verme fue:
-Profe, mira qué tetas.
Al autor de estas lineas no le gustan las tetas, pero fue suficiente el comentario para que se ruborizara aunque mantuviera la compostura para mirar al otro lado. Estuvo un par de días sacandome la lengua lascivamente en clase hasta que decidió que no valía la pena seguir por ahí. Yo me la imaginaba con un libro de torturas para profes similar al libro de pócimas asquerosas que tiene la bruja de los cuentos:
-Aha... Página 15. Anorexia.

Un grupo de niñas vino a buscarme muy preocupadas porque la vero lo había devuerto todo, poniendose los dedos en la garganta y que no quería desayunar nada de lo que le daban. Yo me alarmé, lo reconozco, pero comprendí la situación al acercarme al lugar donde estaba la susodicha y ver que se había formado un corro con ella en el centro. Era otro montaje para llamar la atención.

Al comprobar que tampoco así le hacía mucho caso, optó por la publicidad indirecta. Corrió un lunes por la mañana la historia de que la vero había pasado el fin de semana con un tío (engañando a su santa e incauta madre a la que le había dicho que se iba a estudiar -ELLA, estudiar!) y habían tenido relaciones sexuales sin protección ni precaución ninguna. Todo el instituto, desde segundo de bachillerato hasta primero de ESO, sabía el día que le había de venir (o no ) la regla.

Yo no la hice ni caso tampoco. Acabó por cansarse.

Mañana explico lo de la Montse, que si no se hace muy largo el blog de hoy...