El señor X y su clientela
El señor X, propietario de la primera escuela de enseñanza regada en la que trabajé, era un especialista en sacar dinero de una actividad tan poco rentable a corto plazo como la enseñanza. Era como de otra época, e incluso se podía pensar de un primer intercambio de impresiones con él que era una persona mayor de esas que ya han perdido el tren de las cosas.- Niños, no toquéis este aparato de aire acondisionado que si se rompe tendremos que irlo a arreglart a ALEMANIA!
Pero qué va...
Había un padre (al que llamábamos el príncipe de los gitanos por lo morenazo y cubierto de oro que iba siempre) que venía con un maletín una vez al mes, al más puro estilo de las películas de gangsters. Otra vez, vino una señora de su casa que no podía dejar de atender sus labores a pedirnos a todos y cada uno de los profesores que le diéramos un trabajo de cada asignatura para poderse sacar de encima el bendito BUP. A final de curso, aparecieron en las actas de notas alumnos inexistentes con todo aprobado que los profesores tuvimos que firmar so pena de perder nuestro empleo y/o sueldo.Todo el mundo que pasara por el despacho del señor X tenía una solución a su problema, y el señor X tenía un precio para ese problema.
Como cobraba de otro sitio (ya lo expliqué el último día), solamente se pasaba una o dos horas por su escuela, pero durante esas horas se hacía notar. Siempre recibía alguien, alumnos, personal no docente o profesores, para que todos supiéramos quien mandaba allí.
Para acabarlo de arreglar, era un verde tanto con niñas como con niños:
-¿Ya te afeites tu? (Tocándole la cara a un niño). Otra versión:
-¡Huy! ¡Ya tienes pelitos! (Estirándoselos del brazo)
-¿No me vas a dar un besito? (A una niña a la que daba mil pesetas después para que desayunara)
¿Para que desayunara?
Las niñas, por lo general, o eran bobas como Titi y Merseditas o eran más espabiladas de lo que correspondía porque habían repetido. Tenían la regla tres veces al mes para poder salir de clase:
-Mestre. Tengo que salir. Me ha bajao .
Yo tuve que apuntarme las veces que les bajaba en mi libreta de profesor, para deshacer su excusa:
-Mira Cuca. Ya sé que las primera menstruaciones son algo irregulares, pero ¿no crees que TU ya estas lo suficientemente granadita como para tener tres en un mes?
Ay Mestre (intentando confraternizar mientras vuelve a su sitio). Eres tremendo.
Otras veces las tenía que ir a buscar a un pequeño despacho que había en el primer piso, donde se apropiaban del teléfono (aún no había móviles, el azote de los profesores de este milenio). Ahí tenían lugar las conversaciones más absurdas que yo recuerdo de ese, digamos, colegio:
Te vienes a mi casa. Mi popó no se puede poner porque está operando, pero se lo digo a su secre y ya está.
¿Ah, pero tu popó es médico?
Sí
¿Y tu popó me operaría a mí?
De lo que quieras. Mi popó te opera gratis. Supergratis .
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