miércoles, agosto 04, 2004

Paréntesis en el paréntesis

La verdad es que se está muy bien en vacaciones descansando de griterío teen.

Hay excepciones, claro, como en el viaje reciente que hice a Londres en que se oían estudiant(a)s español(a) s y catalan(a) s, gritando por los sitios en plan paleto. De mayores se les pasa, nos ha pasado a todos, pero uno está contento de haber superado eso.

Otra excepción me ocurrió a mediados del mes pasado, cuando fuí de compras al centro comercial del barrio de donde son mis alumnos este año. Dice su eslogan que todo lo que busques, allí lo encontrarás, pero bien sabe la Diosa Niké Tommy Versace que yo no quería encontrarme con nadie.

(Mis alumnos de este año.... y los del que viene, porque repito en el mismo lugar. Lo contaré otro día)

El primer encontronazo fue con un personaje ya conocido por este blog, Pepito Armani. ¿Quién si no iba a estar en el centro comercial? Pepito es un poco amigo (fuimos juntos a Mallorca) y es "mayor" (16-17), con lo cual se limitó a saludarme en la distancia después de repasar visualmente a mi acompañante para después contarlo, debidamente tergiversado y exagerado en el instituto. En el fondo, como digo, es amigo.

Lo más avergonzante fué cuando esperaba sentado para coger el tranvia de vuelta. Oigo unos gritos:

-Mestre, mestre.
En estos momentos creo que todo el mundo lo oye y se giran a ver lo que pasa.
-Que fuerte, que fuerte.
Hay niñas para las cuales cualquier cosa es muy fuerte. A una de ellas la tenía delante, Lolita Gómez.
-Venir todos corriendo, que aquí esta el mestre.
Yo me distanciaba de mi acompañante y bajaba el volumen de mi conversación, a ver si me imitaban los recién llegados. Eran Pablo Deslenguadez y Juanita Pallarés, por un lado, de estética okupa, y Marieta Romaní, Eloy Medinez y Gemma Van de Loor, por el otro, de la tribu pihippy.

Todo este personal, de 12-13 años, apareció de golpe, de sitios diversos, y todos para saludarme. Yo estuve muy serio, muy correcto, interesándome por sus notas finales y por sus vacaciones, despidiéndome rápidamente hasta el curso que viene. Ellos no me miraban a mí, sino a mi acompañante, para intentar deducir o especular la naturaleza de nuestra relación.

El tranvia no tardó en llegar y me escapé. ¿Hasta septiembre?