viernes, septiembre 17, 2004

Chenifer Putiérrez y la maravillosa mesa de sonido

Tal y como prometí ayer, os cuento una aventura que me sucedió ya hace unos años. Está basada en una alumna que habitaba en aquel instituto donde el metro acaba y cuya faz todavía puede despertarme en la peor de mis pesadillas.

Contaré dos anécdotas de ella, una al principio de curso y otra al final, pero dan una idea de su encantadora personalidad:

Principio de curso
El mestre, o sea servidor, todavía no conocía el talante (está de moda esa palabra ahora) de sus alumnos y pedía deberes (iluso) de un día para otro. Al pedirlos al principio de la clase. Chenifer levantó la mano y le ofrecí la posibilidad de leer al resto de la clase su pequeño párrafo, a lo que ella se dispuso.

Algo no cuadraba en su lectura. Mucha elaboración, pero poca soltura. Usaba frases subordinadas pero pronunciaba brother como si la "h" no existiera, es decir "broter", a lo bruto. Era evidente que aquello que leía no era suyo. Aún así le dí diplomáticamente la oportunidad de rectificar públicamente:
-¡Qué redacción más bonita, Cheni! ¿Te ha costado mucho hacerla?
No pudo. Un compañero se tomó la libertad de responder por Chenifer, con su acento de los grandes éxitos de Estopa:
- Et-to lo ha copiao der libro del año pasao, profe. Créame, que yo lo sé, que también lo tenía.
Cheni se levantó a golpear a su amiguito mientras gritaba:
Hijoputamariconcraboooooooooooon!

En el camino me interpuse yo y la expulse por primera vez, porque en mi clase no se insulta ni se pega. Al salir de clase aún me gritaba:

Profeee ponme una buena nota que por lo menos me he "asforzao".


Final de curso
... y exámenes finales. Entro en la clase y están todo sentados. No puede ser. Nunca me esperan así. Es evidente que han escrito cosas en las mesas y que se han colocado estratégicamente para copiar. Un simple vistazo a la ubicación de las perlas y joyas de esa clase me confirma la intuición por lo que se impone un cambio de sitio. Pero mi error es empezar por ella.
¿Por qué? Siempre a mí. ¡No tienes derecho y te voy a mandar al Consejo Escolar!
Le advierto (porque se está jugando el curso, sólo por eso) que está empeorando su situación cada vez que abre la boca y que haga el favor de obedecer en ese momento ya que sus compañeros están esperando. En vez de hacerlo, me clava la hoja del examen encima de la mesa con una violencia extrema, tal que siento el golpe como si me lo hubieran dado en mi cara.

Estábamos en el aula de idiomas y la mesa era una mesa de sonido con diversos botones que saltaron por los aires y se desmontó parte del tablero. Os ahorro los pormenores pero tuve la desgracia de conocer a sus padres que eran peores que ella durante el consejo escolar que evidentemente, se celebró con ella de tema. No pagaraon nada del desperfecto y se llevaron a la perla a otro sitio al curso siguiente.