lunes, octubre 25, 2004

Absurda burocracia

El día 9 me voy al teatro con los niños. La obra es El Mikado, que popularizó Dagoll Dagom en los 80, y que tanto me gustó. Tanto, que me da un pavor inconmensurable que lo que nos pongan sea una versión light para escuelas, o lo que es peor, una versión que incluya momentos de esparcimiento para los niños, que también las hay. (Bastante poco natural me parece ya ir al teatro a las diez de la mañana). Básicamente estas funciones descafeinadas consiten en que los actores, que ya saben lo difícil que es mantener la atención del público escolar en cualquier espectáculo que no tenga tetas, berridos o balones incluyen escenas para que los niños rían, canten, den palmadas o protagonicen parte del espectáculo. Rollo La Cubana.

Pero eso ya os lo contaré el día 9. Hoy os quería contar lo mucho que me carga andar recogiendo dinero, apuntando los niños que no te han pagado (¿el mestre del frac?), etc. Para ir a ese tipo de funciones. Por eso cuando el encargado de llevarles al cine o al teatro soy yo, voy con gente mayor y cada cual se paga su entrada, aunque yo la haya negociado antes a precio más barato. Tengo acumulados tres tipos de papeles (pago manual en banco, por cajero automático y por internet) con los que los niños justifican su pago. Hay que sumarlos con los de las otras clases y luego hablar con la secretaria del instituto para que haga el ingreso de tal cantidad a la cuenta del teatro: ¡Cómo si no tuviera bastante con mis clases! El colmo ha sido hoy, con un alumno despistado que no tenía el número de cuenta donde pagar, yo no lo disponía tampoco y le he hecho fotocopia tippexada (para preservar la privacidad bancaria) del documento de pago de un compañero suyo.

¡Qué absurdo!