martes, noviembre 09, 2004

Salida al Teatro

Hoy, tal y como os comenté, hemos ido al teatro, a ver el Mikado. Los niños se han portado bien, y eso que la cantidad que llevábamos de ellos era de tres cifras. ¡Hasta hemos utilizado un profesor en prácticas del CAP para que nos ayudara! La función era tal y como ya la preveía: acortada, con participación del público en forma de palmas y salidas involuntarias al escenario, pero con una novedad: un patrocinador que les da el desayuno. Que hay que estar en todo, que los niños comen mucho cuando pegan el estirón. Si Gilbert y Sulliven, los autores, levantaran la cabeza, quizá pedirían royalties también a la casa de chocolates.

Bueno, la compañía lo hacía muy bien. Tenían el valor de traspasar la acción al Far-West (un detalle subversivo que se agradece para los que ya vimos la adaptación de Dagoll Dagom, más respetuosa) y manejar a unos niños que sólo ven televisión de la mala les denota más mili que al mismísimo Juan Carlos. Olé por ellos.

A la vuelta me he ido con mi grupito preasignado de niños en metro. Paso menos vergüenza en el metro que en el autobús, no se congestionan los buses en esta la semana de la movilidad, y de paso me he aislado un poco de mis compañeras de viaje de hoy. No es que no las aprecie, es que estaban un poco sargentas y no saben que estos niños que tenemos en este instituto son una maravilla, que se cuidan solos y que se saca más de ellos si se les deja un poco más sueltos. Lo que me ha pasado a la vuelta en el metro lo demuestra: Yo me he sentado en un extremo del vagón y poco a poco se me han ido acercando los veinte para darme conversación, contarme sus cosas y echar unas risillas. Esto es lo bonito de las salidas, y los que nos hace amigos a la larga.