viernes, diciembre 17, 2004

Llanto y crujir de dientes

Una de las cosas a las que todavía no me he acostumbrado en mi ya dilatada carrera de 15 años de Mestre es a los llantos frente a los suspensos. Creo que no cabe la sorpresa antes unas notas suspendidas. Por lo menos yo (y muchos otros mestres también, me consta) hago varios exámenes por cada trimestre, explico la manera de puntuar y las notas... un suspenso no se improvisa, y en todo caso los profesores a veces regalamos aprobados, no suspensos. Es decir que cuando cambiamos la nota a última hora (como en las evaluaciones que tuvimos la semana pasada) casi siempre es para aprobar.

Pero no. Esta semana parece que hayan proyectado ET en las aulas. Ha subido la cotización de los cleenex en el mercado negro que comentaba la última vez y todo son lloros por los pasillos, escaleras y rincones. Ahora que los varones ya no tenemos que ocultar nuestros sentimientos (cosa que yo soy el primero en celebrar), lloricas de ambos sexos proliferan en el instituto, buscando consuelo en amigos o intentando despertar compasión en algún profesor.

Oriol Minguell no podía comprender estaba mañana qué le había pasado ¿Cómo podía haber suspendido ocho, con lo guapo que es y el alto concepto que tiene de si mismo?

Dolça Cum Baià estaba también muy afligida: ¿Le dejará su padre ir, este fin de semana, al encuentro de jóvenes excursionistas nacionalistas en el castillo abandonado de Eramprunyà? Albergaba en su corazón la esperanza de encontrarse con Txell, aquella monitora de un pueblo del Berguedà de la que está enamorada secretamente y a la que conoció en un baile de diablesas incendiarias del Alto Urgel.

Pero no os preocupéis por ellos. Dentro de cinco días estarán de vacaciones y de estos lloros sólo quedará el recuerdo.