Intenso lunes
Es la primera vez que escribo desde el instituto. Pero es que he pasado el fin de semana fuera, cuando vuelva a casa estaré muy cansado y no voy a escribir: no os puedo abandonar tantos días y aquí estoy. Además, si mi admirada Nancy escribe a escondidas no voy a ser yo menos.Estoy de guardia. es una guardia tranquila, en la que sólo hay que echar a niños fuera del instituto: a la cantina, a comer, a la biblioteca a estudiar o al patio. Nunca en los pasillos. Hay que vaciar lavabos, y en uno de ellos me he encontrado a Rebeka Chonda con tres amigas más. La eterna pregunta: ¿por qué siempre van juntas al lavabo? Rebeka, tan lanzada como siempre, me ha invitado a “acoplarme”. Le he contestado que no voy a poner en peligro mi reputación por una tontita como ella. Risas generales. No he echado a todos los niños hoy porque había una reunión semicalndestina de delegados en el aula donde soy tutor, dirigida por Dolça Cumbaià. No podían hacer nada malo si lo llevaba ella y me encantó el detalle de que se reunieran con mi complicidad. ¿El tema? Eran dos: quieren ir a Port Aventura antes de que acabe el curso y no quieren ir a ninguna muestra de entidades del barrio en nombre del instituto, se ponga como se ponga la directora.
Los niños de primero, freakies incluidos, estaban acabando el crédito de síntesis y Joao, con la ayuda de su primo el evangelista seguro, ya lo tenía acabado y de aburrido que estaba ha empezado a incordiar. Le he invitado a reflexionar cinco minutos fuera de clase, que se han convertido en treinta porque un compañero que estaba recogiendo la exposición de Albert Einstein de la semana pasada lo ha reclutado para trabajar. Terapia ocupacional...
He tenido que interrumpir mi relato porque mis compañeras de seminario han acabado de comer antes que yo y se han venido al despacho a hacerme compañía.
Por la tarde, ha estallado el notición del día: una alumna de 2º de ESO, ganadora del premio de poesía en su categoría la semana pasada por Sant Jordi, ha sido hallada culpable de plagio. Google está en todas partes, y las envidias literarias de sus amigas han hecho el resto. Tendrá que devolver el premio, y es posible que se tenga que volver a fallar el concurso.
Cuando he salido del instituto por la tarde, todavía estaba esa niña Rebeka buscándome las cosquillas. Quería entonces que la llevara a su casa, pagándome si era necesario. Por lo menos ha tenido la decencia de especificar el precio: dos euros
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