lunes, abril 11, 2005

Vendetta

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Estoy recopilando las aventuras de Mallorca en entregas que empezarán esta semana. Hoy, sin embargo os quiero contar mi particular venganza de la clase del mal feng sui, de los que tienen y dan mal rollo.

Hoy he vuelto a clase después de Mallorca y todo el mundo preguntaba cómo había ido: “bien, en comparación con el año anterior” ha sido mi respuesta estándar. No he comentado nada de la borrachera de Loulou Sant Cugat, ni de cómo Anna Konda se hizo mayor. Menos aún de las llamadas de atención que tuvo que sufrir un compañero por un móvil encendido en pleno vuelo... Pero eso lo contaré más adelante.

Mi reto personal en el trabajo en el día de hoy ha sido no irme a Castilla-León: que todavía estoy cansado, que ya tengo una edad, que ya he cumplido con el centro, que vayan otr@s y me lo expliquen. La cosa me resultaba difícil porque me había comprometido verbalmente, así que tenía que desdecirme. He pasado toda la mañana maquinando cómo lo hacía, pero al final he cogido el toro por los cuernos, con perdón, y se lo he dicho a la mismísima coordinadora de primer ciclo, con quien había hablado.
-¿Es malo o bueno lo que me tienes que decir?
Me lo ha puesto fácil. Se ha mostrado supercomprensiva y hasta me ha dado las gracias por la buena predisposición. Es que nadie va a dos viajes hoy en día, te sube el estrés y se te bajan las defensas.

Por la tarde, la clase del mal Feng Shui, uno de los grupos con los que había de ir se ha portado mal otra vez, riéndose los unos de los otros y boicoteándose en las intervenciones. Les he dicho que por comportamientos así había decidido no acompañarles (parte de verdad, hay) y se han desesperado. Por lo visto, a la vista de los otros profes acompañantes, yo era algo así como la esperanza blanca: un resquicio de oportunidad de tener tiempo libre, comprensión y no ir a golpe de pito. Habérselo pensado antes (esto ya no se lo he dicho) que las broncas con ese curso venían de lejos.