La visita de la enfermera
Desde hace un tiempo vengo haciendo una campaña (en solitario y sin mucho éxito) para que el Departament de Educación en los institutos un médico a jornada completa. Muchos centros de trabajo lo tienen. Se me dirá que no hay en los centros educativos el número suficiente de trabajadores que marca la ley, pero si contamos al alumnado, la cifra lo justifica sobradamente.
Se pierden miles de horas determinando si lo que le pasa a un estudiante es verdad o es cuento, si es grave o no, llamando a su casa (donde no suele haber nadie), acompañándole al hospital o centro sanitario concertado más cercano. El año pasado yo llegué a mi casa a las 16:00, sin haber comido, un día, porque un angelito se hizo un esguince y a ninguno de los padres les dio la gana dejar el trabajo para estar con su hijo. Por otra parte, no hay nada más patético que vernos a los mestres haciendo de doctores en la cabina de conserjería o en un banco del pasillo. Eso cuando no está el profesor de Educación Física, que es algo así como el gurú de la sanación de andar por casa (o mejor dicho de llegar hasta tu casa).
Bueno, pues aunque pequeño, se ha dado el primer paso. Un día a la semana, los institutos serán visitados por un profesional diplomado en enfermería del CAP del barrio correspondiente que resolverá todas las dudas (más allá de las sexuales: también sobre drogas, dietas y otros temas) que tengan los adolescentes. A mí me correspondió presentar (como coordinador) a la enfermera que nos ha tocado, la cual está muy ilusionada con el proyecto piloto, en las distintas clases.
Los niños que tengo este año son tan brutotes que les cuesta mucho esconder sus sentimientos: Unos se asustaron porque la conocían de poner vacunas, alguna niña le pidió una dieta para adelgazar en ese mismo momento. Otro niño le dijo, casi llorando, que estaba muy loco y que necesitaba un psicólogo. Unas niñas preguntaron si podían ir de tres en tres (?), mientras que otro le hizo jurar y perjurar a la pobre enfermera que lo que se hablaría allí no llegaría a padres ni profes. Todo esto en los diez minutos que pasamos presentando el proyecto en cada clase ¡Qué emocionante, qué intensa la vida de los teens!
Se pierden miles de horas determinando si lo que le pasa a un estudiante es verdad o es cuento, si es grave o no, llamando a su casa (donde no suele haber nadie), acompañándole al hospital o centro sanitario concertado más cercano. El año pasado yo llegué a mi casa a las 16:00, sin haber comido, un día, porque un angelito se hizo un esguince y a ninguno de los padres les dio la gana dejar el trabajo para estar con su hijo. Por otra parte, no hay nada más patético que vernos a los mestres haciendo de doctores en la cabina de conserjería o en un banco del pasillo. Eso cuando no está el profesor de Educación Física, que es algo así como el gurú de la sanación de andar por casa (o mejor dicho de llegar hasta tu casa).
Bueno, pues aunque pequeño, se ha dado el primer paso. Un día a la semana, los institutos serán visitados por un profesional diplomado en enfermería del CAP del barrio correspondiente que resolverá todas las dudas (más allá de las sexuales: también sobre drogas, dietas y otros temas) que tengan los adolescentes. A mí me correspondió presentar (como coordinador) a la enfermera que nos ha tocado, la cual está muy ilusionada con el proyecto piloto, en las distintas clases.
Los niños que tengo este año son tan brutotes que les cuesta mucho esconder sus sentimientos: Unos se asustaron porque la conocían de poner vacunas, alguna niña le pidió una dieta para adelgazar en ese mismo momento. Otro niño le dijo, casi llorando, que estaba muy loco y que necesitaba un psicólogo. Unas niñas preguntaron si podían ir de tres en tres (?), mientras que otro le hizo jurar y perjurar a la pobre enfermera que lo que se hablaría allí no llegaría a padres ni profes. Todo esto en los diez minutos que pasamos presentando el proyecto en cada clase ¡Qué emocionante, qué intensa la vida de los teens!
Yo, de lo que me entere, os daré cuenta. No sufráis.
4 Comments:
:)
la verdad es que la vida de adolescente es muy dura. yo aún me acuerdo! ;)
Seguro que a ti no te ha tocao una Mari con mareos, vómitos, novio en Jaen y, sí, acertaste, ¡sospecha de embarazo!. El médico me lo comunica a mí, madre/mestra, la niña llora que llora y la madre -de luto riguroso en los noventa- llega que llega (tarde)... Y por supuesto, yo, sin comer.
Julieta (y romeo), si que tuve una aventura parecida pero con final "feliz", la puedes mirar aquí:
http://mestretites.blogspot.com/2005/02/el-da-despus.html
Sí, Betty, si que es dura. A mí me daba miedo envejecer cuando tenái su edad y ahora en los cuarenta recién cumplidos estoy tan campante y tan feliz...
No me cambiaría por nada por ellos.
¿Tú también, mestre? Viva la añada del 65! ¡Vivan orzowei, mazinger, pipi, Leif Garret, Los Pecos y Boney M!
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