sábado, febrero 11, 2006

Vero Part II

Una semana más tarde, la psicóloga destructivista había hablado ya sobre la Vero con mucha gente. La trabajadora social de servicios ídem del ayuntamiento, la enfermera del programa “Salud en la Escuela”, con el tutor, con la coordinadora y hasta con la niña  propiamente. Pero había pasado otro fin de semana y el angelito había vuelto a hacer de las suyas.

-Uy Vero, ¿qué son estas marcas en los brazos? Le subía las mangas y aumentaba su estupor. Hasta tres cicatrices se podían contar a diferentes alturas de brazo y antebrazo.
-¿No se  te ocurre otra manera de llamar la atención?
-Es que no quiero llamar la atención. Quiero matarme.
-Pues te equivocas de venas. ¿Ves éstas de aquí, en la muñeca? Éstas son.

La psicóloga destructivista las había visto ya de todos los colores y no se amilanaba por unas cicatricillas de nada. La Vero estaba deprimida, y con razón.

A los problemas en casa se le había unido otros nuevos. Sus amigas no le hablaban por aquello de los porros (ellas no querían meterse en líos, que venía el viaje de fin de curso pronto, y les interesaba que los profes no les relacionaran con ella), se le había infectado el piercing que se había hecho en el bigote (un sitio ya de por sí feo para hacerse un piercing, como para que encima se te infecte), y Rubén Colomares, que había estado tonteando con ella a principio de curso, se morreaba por los pasillos con otra amiga.

No hace falta decirlo: las notas tampoco eran como para subir la moral.