miércoles, diciembre 29, 2004

Historias para no dormir (II)

Llegó el fatídico día y cogimos todos el barco: los viajes en avión aún no se habían abaratado. Niños estos que eran protopastilleros, ya necesitaban alguna droga y se pusieron hasta arriba de biodraminas, que luego vomitarían toda la noche por haberlas ingerido en exceso y sin haber esperado a marearse.

Llegamos a Ibiza y al hotel, en las afueras de la ciudad, y los niños desaparecen. A la profesora inconsciente (llamémosla “Susanita” para abreviar, a partir de ahora) le importa un rábano y va corriendo a ponerse el bikini, que está muy blanca y quiere volver a Barcelona morena. Por lo que respecta a la bedel espía (“Miss Crocket”), se dispone a hacer lo mismo. Ahí quedo yo sufriendo una hora aproximadamente, hasta que me aparecen, cual jinetes del Apocalipsis, los monstruos montados en moto. Habían ido a alquilar motos sin pedir permiso, no fuera a ser que les dijéramos que no.

Y nosotros sin seguro.

A Susanita no le preocupó, tampoco a Miss Crocket. De manera que por no quedarme sólo frente al resto de la gente, tampoco dije que no. Eso sí, alquilé una moto yo también para ir con ellos y controlarlos.

La siguiente compra que hicieron los angelitos fue la del alcohol, y por la tarde ya se había accidentado el hijo del príncipe de los gitanos. Con lo autosuficientes y esquivos que eran, no me enteré hasta que volvieron de urgencias, tras la consiguiente espera angustiosa otra vez al comprobar que no aparecían (estoy hablando de principios de los noventa, no había móviles). Todo esto me lo comía ya solo, porque era el único que me estresaba con la situación. Quería que se acabaran ya los días horribles que me esperaban, y acabábamos de llegar.

Susanita se apuntó a ir a la primera noche de disco, y yo aproveché para quedarme en el hotel, de cansado que estaba por los nervios. Esa noche me costó mucho dormir: ¿quién me mandaba a mí meterme en estos berenjenales? Nunca más me iba a ir con alumnos de viaje (esta promesa no la he cumplido porque he ido en condiciones mucho mejores)... pero me dormí.

Me dormí para despertarme con una llamada a mi habitación, ya el día siguiente: ¿quién sería?

(continuará)