viernes, enero 21, 2005

Distribución

Otra cosa que distingue a unos mestres de otros es cómo nos gusta que se sienten los alumnos en clase. A mí me gusta la manera tradicional, con los alumnos de dos en dos para que puedan interactuar verbalmente en un momento dado, que para eso soy profesor de lenguas vivas.

El otro día un profesor sentó a los alumnos en el suelo (¡qué frío!) y les puso Música de fondo para explicarles no sé qué de la guerra civil española. La posición le hubiera gustado mucho a Dolça Cum Baia, pero ella no estaba en esa clase. Cuando llega el buen tiempo, hay profesores que se llevan a los alumnos a un parque cercano al instituto y allí les explican la lección en un ambiente más relajado. Yo mismo he utilizado ese parque, pero para hacer merendolas de final de curso el año pasado.

En la clase donde soy tutor, urge un cambio de sitio y de disposición. Mi tendencia al caos y al libertarismo ha sobrepasado todo límite. Hay una primera fila de siete mesas, después una esquina de dos y tres y otra fila de tres, dos y tres detrás de la fila de siete. Os habéis perdido, ¿verdad? La verdad es que a mí me encantaba esa disposición porque me llenaban la primera fila y me dejaban las otras sillas, las del final, vacías. De esta manera mi ego subía puntos. Pero en otras clases con Mestres más respetados o temidos esa primera fila vacía llamaba poderosamente la atención. Y lo comprendo porque las veces que me lo he encontrado me ha bajado la moral.

De modo que hoy (que domesticaditos los tengo), Anna Konda, la delegada de clase, me ha traído una propuesta de cambio de lugar de alumnos y sillas.

-¡Menos mal, Mestre! Llevo diez minutos buscándote.
Yo estaba en mi clase, donde me tocaba. Ella, no. Yo no sabía lo que se traían entre manos. Ella, sí. Ella estaba indignada. Yo, alucinando.
-La tienes que aceptar, Mestre, porque nos ha costado mucho llegar a este consenso.
Aquello parecía el plan Ibarretxe.
-Pero, ¿no puedo opinar ni nada?
-Míratelo, pero está difícil la cosa, ¿eh? Piensa que llevamos días hablándolo.

-Ah, ¡qué bien enterarse a tiempo! Déjamelo y te diré algo.
Me lo ha dejado y la verdad es que la distribución está muy bien: Los fácilmente distraibles se han puesto en las primeras filas, y los que trabajan bien juntos siguen juntos. El sector empollón se ha puesto al final del aula.

Aunque me queje de su insolencia, ahora que no me oyen, reconozco que tengo una tutoría que no me la merezco, la verdad.