Historias para no dormir (y V)
Los días pasaron más lentos que rápidos pero todo tiene su fin como esta historia. Creo que me escapé a mis sitios favoritos una o dos veces más cuando no podía más de aguantar la estulticia, tanto de mis alumnos como de mis singulares compañeras de viaje.Y llegó el fin del viaje. El barco salía a las diez y a las nueve ya estaba esperándonos el autocar para salir en dirección al puerto que estaba a unos diez minutos. Los niños, con la calma que les había caracterizado durante todo el viaje, no bajaban y yo vuelve que te volverás a sufrir, mientras las otras dos estaban acabando de desayunar.
Por fín los tenía a todos abajo (que estrés, las 9 y 20) y me llamo la manager del hotel:
-Una momento, por favorrrr. En habitatsión 112 la cama está rota y en otras dos habitatsiones faltan cuadros.
Este último extremo no lo pude comprobar, pero los vacíos que habían dejado los cuadros eran tan grandes que, francamente, no cabían en la maleta. Además ni por necesidad de robar ni por gusto artístico podían haber sido mis monstruos.
Respecto a la habitatsión 112, subí con los energúmenos en cuestión y la cama estaba rota, efectivamente. Empezaron a reírse, y a echarse la culpa los unos a los otros. Parecía que la culpa era de Mephis Diávolo, que estaba demasiado gordo para tirase desde arriba del armario en un juego que se habían inventado los muy majaderos.
Evidentemente de pagar el desperfecto, nada de nada. Ellos no tenia un duro de tanto drogarse y era culpa del hotel por no poner camas resistentes. Las 9 y media y nosotros en el hotel.
Mis acompañantes, ya instaladas en el autocar con los otros niños, me decían que qué pasaba, que porque no salíamos. La verdad es que se me pasó por la cabeza hacer una colecta de todo el dinero que tuvieran los monstruos para pagar la cama, pero tenía el mundo en contra mío. Mis acomapañantes opinaban que lo de tener un hotel tiene unos gastos de mantenimiento, ya se sabe.
-¿Qué hatser? ¿Pagar o llamar politsia?
-Un momento, por favor, enseguida vengo. Me subí al autocar y ordené la salida/fuga inmediata.
Estábamos a millas dela costa ibicenca y todavía pensaba que una lancha de la guardia civil nos vendría a buscar por ladrones o morosos. Pero no pasó nada y me prometí no volver a salir nunca. Sabeís que no ha sido así porque las circunstancias han cambiado, pero de ese viajecito no me olvidaré nunca.
A todo esto, ya vuelvo a trabajar y aumentaré el ritmo de mi blog again. Hasta prontito, pues.
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