domingo, enero 16, 2005

Entrevistas de padres

Estos días mi agenda de Mestre se llena más todavía con visitas de padres: Han llegado las notas y ahora todos lógicamente empiezan a preocuparse si las notas de sus nenes no son las esperadas. Casi siempre no son las esperadas porque los padres suelen tener grandes expectativas, y además en la 1ª evaluación se suele suspender a los alumnos que están dudosos para que den más de sí en el resto del curso. Como yo digo, las rebajas en verano, y no en navidad.

La tarea no me gusta, ya lo he contado varias veces. Pero forma parte de mi trabajo y hay que hacerla. En los últimos años creo que he desarrollado mi estrategia, única, personal e irrepetible para afrontar estas entrevistas: Escuchar a los padres durante por lo menos diez minutos antes de decir yo nada significativo. Esto los ayuda mucho a algunos, de hecho creo que lo necesitan. Y a mi me sirve para enfocar lo que les voy a decir después. No es lo mismo un padre que piensa que su hijo no está bien comprendido que unos padres que te explican desesperados que no pueden más con esa niña que se les escapa de las manos.

El año pasado tuve una de las entrevista más tensas de mi vida, con unos padres que se empeñaban en que su (¿pobre?) hijo siguiera estudiando después de haber repetido todos los cursos repetibles, por culpa del instituto claro está. Para colmo estaban separados y de vez en cuando había dardos envenenados que se tiraban por debajo de la mesa. Aguanté estoicamente todo aquello sin decir nada porque me di cuenta de que nada podría hacer yo para cambiar esa situación familiar.

Últimamente me pasa que me estoy acercando a la edad de los padres de mis alumnos y eso me hace ganar un poco en proximidad y complicidad hacia ellos. Generalmente lo que trato de hacer es que se establezcan contratos entre ellos y sus hijos y me remito a un posterior análisis del funcionamiento de dicho contrato. Ejemplo:

Andy Bakala no estudiaba nada por las tardes porque me veía los late night shows de la tele y luego se pegaba siestas de tres horas al llegar del instituto. Le hice establecer un horario que incluyera una siesta más corta, un poco de tele, tres horas de estudio (estaba en 2º de bachillerato) y fines de semana moderadamente lúdicos, con tiempo para estudiar. Cuando me lo presentó, hice que la madre viniera para firmarlo conjuntamente con el hijo, y quedamos que al mes siguiente nos veríamos otra vez para evaluar el resultado.

Estas cosas sirven a medias (a veces si, a veces no), pero son una buena excusa para que los hijos y los padres hablen de las cosas que hacen, que les hace mucha falta, y a me sirve también para que estén entretenidos durante un mes. ¿Cínico? Quizá, pero me he encontrado el caso de algunos padres que intentan hablar contigo cada semana, y claro, esto ya no es de recibo con 25 clientes que tengo...