viernes, agosto 06, 2004

Cosas de funcionarios

Todos los colectivos profesionales tienen sus apañicos en los convenios. Los Mestres Tites no ibamos a ser menos y hoy os voy a explicar el tema de Muface que a decir verdad no está nada mal y se debería generalizar a otros colectivos.

La verdad es que cuando me hice funcionario me pareció un tanto extraño, extemporáneo y una herencia directa del franquismo: ¿qué hacía yo, funcionario de la Generalitat, compartiendo mutua con militares, personal de justicia o un médico de Asturias? La verdad es que con el tiempo me he hecho mayor y he comprendido por qué cuando los psicoprofesores de secundaria (en aquella época "cuerpo de agregados de instituto") fueron trasladados a la administración catalana mantuvieron ese derecho:
-Uno puede elegir cualquier mutua de asistencia sanitaria (entre ellas la pública, en mi caso el ICS) para recibir asistencia sanitaria,
-Se paga por los medicamentos el 30% (frente al 40% que pagan los mortales no funcionarios),
-Se reciben ayuditas dinerarias como la que he recibido hoy yo por unos arreglitos en la boca,
-Otras ventajas que no voy a contar ahora para no alargarme.

Esto lo cuento para que se sepa, porque pienso que todo el mundo debería poder optar a ello, en ningún caso para dar envidia o algo por el estilo.

Superada la sorpresa que tuve al aprobar las oposiciones, me gusta ir a las dependencias de Barcelona, porque me supone ganarme más dinero por hora que trabajando (ojalá pudiera ir todos los dias). También he adquirido (ésto lo da el tiempo) una complicidad con la gente que trabaja ahí que me resulta simpática y entrañable. Acabo con unos fragmentos de conversación de mi visita de hoy, para que lo veáis:
(En la factura del dentista faltaba algún detallito para poder cobrar)
-Chica, no tenéis gente hoy. Casi que me voy al dentista y vuelvo.
-Vete, vete, que esto esta vacío con las vacaciones. Véte que el dinero es tuyo y no debes perderlo por una tontería de nada.

A la vuelta había gente : tres personas. Nada para lo que hay en invierno. Aún así he sacado número en el Turnomatic (que me gustan a mí estas máquinas...) y mientras rellenaba los impresos-fascículos ha llegado mi momento:
-¿Está "todo"?
-"Esto" deberías haberlo puesto "aquí". Pero ya te lo corrijo yo. "Todo" bien.
-¿Cuánto tiempo debo esperar sin preocuparme?
-Dos meses.
-Gracias.

Dentro de dos meses seré un poco más rico... o menos pobre, pero es que soy optimista por naturaleza.

miércoles, agosto 04, 2004

Paréntesis en el paréntesis

La verdad es que se está muy bien en vacaciones descansando de griterío teen.

Hay excepciones, claro, como en el viaje reciente que hice a Londres en que se oían estudiant(a)s español(a) s y catalan(a) s, gritando por los sitios en plan paleto. De mayores se les pasa, nos ha pasado a todos, pero uno está contento de haber superado eso.

Otra excepción me ocurrió a mediados del mes pasado, cuando fuí de compras al centro comercial del barrio de donde son mis alumnos este año. Dice su eslogan que todo lo que busques, allí lo encontrarás, pero bien sabe la Diosa Niké Tommy Versace que yo no quería encontrarme con nadie.

(Mis alumnos de este año.... y los del que viene, porque repito en el mismo lugar. Lo contaré otro día)

El primer encontronazo fue con un personaje ya conocido por este blog, Pepito Armani. ¿Quién si no iba a estar en el centro comercial? Pepito es un poco amigo (fuimos juntos a Mallorca) y es "mayor" (16-17), con lo cual se limitó a saludarme en la distancia después de repasar visualmente a mi acompañante para después contarlo, debidamente tergiversado y exagerado en el instituto. En el fondo, como digo, es amigo.

Lo más avergonzante fué cuando esperaba sentado para coger el tranvia de vuelta. Oigo unos gritos:

-Mestre, mestre.
En estos momentos creo que todo el mundo lo oye y se giran a ver lo que pasa.
-Que fuerte, que fuerte.
Hay niñas para las cuales cualquier cosa es muy fuerte. A una de ellas la tenía delante, Lolita Gómez.
-Venir todos corriendo, que aquí esta el mestre.
Yo me distanciaba de mi acompañante y bajaba el volumen de mi conversación, a ver si me imitaban los recién llegados. Eran Pablo Deslenguadez y Juanita Pallarés, por un lado, de estética okupa, y Marieta Romaní, Eloy Medinez y Gemma Van de Loor, por el otro, de la tribu pihippy.

Todo este personal, de 12-13 años, apareció de golpe, de sitios diversos, y todos para saludarme. Yo estuve muy serio, muy correcto, interesándome por sus notas finales y por sus vacaciones, despidiéndome rápidamente hasta el curso que viene. Ellos no me miraban a mí, sino a mi acompañante, para intentar deducir o especular la naturaleza de nuestra relación.

El tranvia no tardó en llegar y me escapé. ¿Hasta septiembre?