domingo, febrero 29, 2004

Investigando que es gerundio

Una de las muchas incongruencias del actual plan de estudios, la LOGSE, es que durante toda la ESO al alumnado se le pone todo en bandeja para que apruebe (niveles bajísimos de contenidos, diferentes maneras de prestar "atención individualizada"...) para continuar con (sólo) dos años de bachillerato de infarto, que les tiene que preparar para los estudios universitarios.

Una de las estupideces que los sesudos pedagogos de salón que diseñaron el engendro se inventaron fue el trabajo de investigación, que cuenta como una asignatura más en segundo de bachillerato, pero que el alumno hace en su casa con la supervisión de un tutor que se saca de la plantilla habitual del centro. Los alumnos no saben investigar porque en toda la ESO se les dió la materia masticadita y digerida. Ahí empiezan los problemas, porque puede haber profesores que no quieran hacerlo, otros que carguen con más de un trabajo... Al no haber horas dedicadas a ese trabajo, se resuelve con la buena voluntad de todo el mundo, quedando con el alumnado por los pasillos, a la hora de desayuno e incluso cediéndoles tu telefono o e-mail para que te consulten durante las vacaciones de navidad o semana santa. (A los profesores siempre se nos supone buena voluntad). Los tutores (algunos) se sienten muy responsables de esos trabajos y me puedo imaginar que algunos (no yo desde luego) trabajan mucho más que los alumnos en los susodichos proyectos.

Por mi currículum, he dirigido normalmente trabajos relacionados con el cine. El primero fue con un chico al que le había fascinado Pulp Fiction (a quién no), pero que no había entendido ni papa y tampoco le sirvió el trabajo para entenderla (a mí, si). Otra vez, dirigí el de una chica con aspecto siniestro que quería hacer el trabajo sobre películas de vampiros. Descubrí que llegó a ese propósito por haberse enamorado del Stephen Dorff de la película Blade. Fue una relación de mutuo provecho, porque yo descubrí a Stephen Dorff y ella vió unas quince películas de vampiros diferentes.

Lo peor de todo es que en el momento de poner nota se forma un tribunal de profesores (escuchas trabajos que han dirigido otros compañeros tuyos) y escuchar cosas que no te interesan puede ser bastante aburrido si el alumno no tiene gracia presentándolo. Hubo un trabajo que escuche el año pasado sobre la globalización en que la niña no paraba de decir: "Es muy fuerte".
¿Sabíais que el 20 % de la población ostenta el 80% de la riqueza del mundo?
"Es muy fuerte".

Este año tutoricé a un chico que hacía un trabajo sobre el japonés al que tuve que sacarle los colores varias veces porque lo plagiaba todo de internet (de hecho, casi suspende), y ayudé con mucha bibliografia a otro que utilizó el trabajo para salir del armario en el instituto. Me aburrí soberanamente en otro sobre las auroras boreales, aprendí algo con otro sobre la energía solar y estuve en otro sobre las frases hechas en inglés francés, español y catalán.

jueves, febrero 26, 2004

Fashion de la muerte

Hoy me he puesto ropa fashion para que mis adorables petarditas me digan que estoy guapo y me lo he creído un poco. Es uno de esos trucos de autoestima que tiene uno. No falla. Por los pasillos me lo decían.

Ir a la moda es muy fácil cuando se da clase a quinceañeros.¡Hay que estar ciego para no seguirla! Además, la edad te da el tamiz del buen gusto que ellos no tienen a veces. Pero vayamos por partes. La tribu urbana predominante del instituto donde trabajo este año es la de los pihippies (o pijippies?): Són hijos, ya, de los hippies que en España llegaron a estar de moda en los años 70 y se parecen a sus padres en algunas cosas, como por ejemplo en el pensamiento izquierdoso, pero tienen mucho más dinero que sus padres.

No fuman tanto cannabis como sus padres porque como lo han visto en casa desde pequeñitos no tiene el elemento de rebeldía que eso tuvo para sus padres. Soy de los que piensa, sin embargo, que las generaciones van a mejor.

Compran ropa, barata, para después romperla un poco a su gusto. Yo esto no lo hago, claro. Lo que si me encanta, porque siempre he tenido un problema con los cinturones, es la moda de los pantalones de cintura baja (ellos le llaman la moda skater). Es muy cómodo no tener que pensar si el cinturón te queda bien o no con el pantalón y despreocuparte de que se te vean los calzoncillos, sobretodo si son Cavin Klein (ya dije el otro día que tengo tendencia al pijerío). El ejemplo del calzoncillo como prenda exterior me va muy bien para ilustrar lo que decía del la moda pasada por el tamiz del buen gusto. Yo enseño sólo un poquito, y cuando escribo en la pizarra y levanto el brazo solamente. Tengo alumnos que enseñan más de tres cuartas partes del calzoncillo y ya no me parece tan estético. No tanto como para reñirlos, pero estéticamente fuera de lugar.

La jefa de estudios es muy recta, muy señorita Rotttenmeier y fiscaliza a los alumnos sobre su vestimenta. Pero el año pasado discriminó por razones de sexo a los chicos, prohibiéndoles llevar collares. Me parecó tan injusto que al día siguiente me puse en collar de color arcoiris que había comprado durante los festejos del orgullo gay del... 2001, creo.

Hoy he explicado cómo visten los chicos. Otro día explicaré como visten ellas.

miércoles, febrero 25, 2004

Cabreo

Hoy me vais a permitir que me desahogue un poco. Llevo una semana bastante movida. El principio de la UOC, tal y como os conté y, ¡ayer salió el primer resultado del concurso de traslados!

En el caso de educación el concurso de traslados es un auténtico caos y despropósito. Se alternan concursos autonómicos y estatales de manera bianual, igual de caóticos. Valga mi ejemplo, que no es de los más dramáticos que conozco: Aprobé mis oposiciones en 1994. Estuve siete años en "expectativa de destino", que quiere decir que te dan trabajo pero no en un sitio fijo. Ocupas puestos de trabajo no consolidados, que llaman ellos, y vas cambiado de sitio en sitio cada año. A veces tienes la suerte de repetir dos años consecutivos en el mismo instituto. . En inglés no tardan mucho en darte plaza, porque tengo compañeras de historia que llevan diez o doce años.
Finalmente me dieron una plaza en la bonita localidad gerundense de Sant Feliú de Guíxols, a hora y cuarto y 6.69 € de peaje de mi casa (ida). Ni siquiera la posibilidad de hacerme amigo de Tita Cervera me compensaba.

Entonces pasé a mi actual estado funcionaril, que se llama "comisión de servicios". Quiere decir que tengo plaza en un sitio pero trabajo en otro con un permiso especial, que también se renueva cada año. Esto hay que justificarlo más, porque ellos ya tardaron siete años en darte una plaza y después de trabajar tanto no van cambiarte tan fácilmente con lo que les ha costado encontrate un sitio. Que desagradecido soy, podría pasar todo el año en un pueblo de vacaciones y no me quiero ir.

Hasta ahora lo he conseguido.

Entre tanto, cada año concurso de traslados. Es un proceso que empieza en noviembre y termina en mayo, con una resolución provisional en medio que es la que salió ayer. Me ha salido una plaza no deseada, como si fuera un correo de internet sugiriéndome mejorar el tamaño de cierta parte de mi anatomía, y he tenido que renunciar, claro. Lo que implica que mi concurso de este año no ha valido. (Los años anteriores me habían denegado plaza, y este año me han dado una que no quería, con lo cual ya podéis ver que se cubren de gloria).

En verano tendré que pedir otra comisión de servicio.

Me lo decía una amiga el fin de semana en una fiesta: Lo de los profesores es una exageración. Conozco médicos, controladores aéreos, otros funcionarios, pero en Educación, nadie está donde quiere y casi nadie está donde debería estar.
La estabilidad de las plantillas sería un buen ingrediente para la calidad de la enseñanza pública, ¿no?

domingo, febrero 22, 2004

Arquetipos

Me gusta mucho la página de sin control, es un ejemplo de blog culto, variado y que saca el máximo partido de los gadgets virtuales que corren por ahí. Hoy mismo he incorporado uno (véase abajo) que me permite (con la colaboración de la gente que mira esto) saber desde qué partes del mundo se me lee. También promete, y eso que acaba de empezar, sysarch. Tanto él como yo estudiamos en la UOC y empieza un nuevo semestre/trimestre el martes, de manera que voy a prodigarme un poco menos (me temo) aunque me esforzaré por que mis aportaciones sean de calidad.

Hoy descanso un poco de la escuela superpija para la que trabajé el primer año después de licenciarme y me gustaría hablar de los personajes transversales (esto, también es terminología ESO: debería haber dicho arquetípicos). Son alumnos que, con sus pequeñas variantes, se repiten en todas las escuelas e institutos del mundo.
El primero de ellos es el (vamos a llamarle así) enterao. Chico, chulillo y que se ha desarrollado físicamente algo mas que los otros de su clase. Se dirige a ti el primer día del curso y te dice:
- Tu eres el profesor de inglés, ¿no? Me han hablado de ti.
Te saluda con la mano, enérgico, muy a la manera masculina.
- Mira, a mí el inglés nunca se me ha dado bien y todos los profesores que he tenido hasta ahora me han aprobado por misericordia. De manera que no sé prácticamente nada y espero que tú tengas paciencia conmigo.
Otra versión del enterao:
- Mira, a mí el inglés nunca se me ha dado bien y todos los profesores que he tenido hasta ahora eran muy malos. Espero que contigo cambie mi suerte.

Otro arquetipo que encuentro en todas las clases, aunque éste un poco más limitado a las de ciertas edades y cursos es el de la petarda. Rellenadora compulsiva de tests de las revistas Nuevo Vale y Bravo, sus carpetas estan forradas con fotos de hombres (semi)desnudos que quitan el hipo y no le interesa nada lo que le estas explicando ya que no tiene que ver con el sexo. Viste a la última tendencia y tiene amigas petardas como ella en todas las clases, son legión. Te escanea con su mirada cada día del mundo, y alguna hasta se permite hacerte comentarios sobre la manera como vas vestido.
-Mestre, hoy vas fashion.
O si no:
-Mestre, el otro día ibas fashion, pero hoy vas mas de vieju.

Abundaré más en todo esto próximamente. Hoy por cierto, os habéis enterado de que mi especialidad es el inglés.

viernes, febrero 20, 2004

El señor X y su clientela

El señor X, propietario de la primera escuela de enseñanza regada en la que trabajé, era un especialista en sacar dinero de una actividad tan poco rentable a corto plazo como la enseñanza. Era como de otra época, e incluso se podía pensar de un primer intercambio de impresiones con él que era una persona mayor de esas que ya han perdido el tren de las cosas.
- Niños, no toquéis este aparato de aire acondisionado que si se rompe tendremos que irlo a arreglart a ALEMANIA!
Pero qué va...
Había un padre (al que llamábamos el príncipe de los gitanos por lo morenazo y cubierto de oro que iba siempre) que venía con un maletín una vez al mes, al más puro estilo de las películas de gangsters. Otra vez, vino una señora de su casa que no podía dejar de atender sus labores a pedirnos a todos y cada uno de los profesores que le diéramos un trabajo de cada asignatura para poderse sacar de encima el bendito BUP. A final de curso, aparecieron en las actas de notas alumnos inexistentes con todo aprobado que los profesores tuvimos que firmar so pena de perder nuestro empleo y/o sueldo.Todo el mundo que pasara por el despacho del señor X tenía una solución a su problema, y el señor X tenía un precio para ese problema.

Como cobraba de otro sitio (ya lo expliqué el último día), solamente se pasaba una o dos horas por su escuela, pero durante esas horas se hacía notar. Siempre recibía alguien, alumnos, personal no docente o profesores, para que todos supiéramos quien mandaba allí.
Para acabarlo de arreglar, era un verde tanto con niñas como con niños:
-¿Ya te afeites tu? (Tocándole la cara a un niño). Otra versión:
-¡Huy! ¡Ya tienes pelitos! (Estirándoselos del brazo)
-¿No me vas a dar un besito? (A una niña a la que daba mil pesetas después para que desayunara)

¿Para que desayunara?

Las niñas, por lo general, o eran bobas como Titi y Merseditas o eran más espabiladas de lo que correspondía porque habían repetido. Tenían la regla tres veces al mes para poder salir de clase:
-Mestre. Tengo que salir. Me ha bajao .
Yo tuve que apuntarme las veces que les bajaba en mi libreta de profesor, para deshacer su excusa:
-Mira Cuca. Ya sé que las primera menstruaciones son algo irregulares, pero ¿no crees que TU ya estas lo suficientemente granadita como para tener tres en un mes?
Ay Mestre (intentando confraternizar mientras vuelve a su sitio). Eres tremendo.
Otras veces las tenía que ir a buscar a un pequeño despacho que había en el primer piso, donde se apropiaban del teléfono (aún no había móviles, el azote de los profesores de este milenio). Ahí tenían lugar las conversaciones más absurdas que yo recuerdo de ese, digamos, colegio:
Te vienes a mi casa. Mi popó no se puede poner porque está operando, pero se lo digo a su secre y ya está.
¿Ah, pero tu popó es médico?

¿Y tu popó me operaría a mí?
De lo que quieras. Mi popó te opera gratis. Supergratis .

miércoles, febrero 18, 2004

Titi Rivesaltes y Merseditas VisionLab

He hecho algunos cambios en el blog. He incluido algunos amigos que me han promocionado y también lo he castellanizado un poco. Gracias a Alfacharly.

Hoy voy a volver a narrar aventuras de alumnos. ¡Pero no todos iban a a ser desgraciaditos! También he estado en centros pijos. Pijisimos. En la primera escuela que trabajé los apellidos de los alumnos se confundían con nombres de tiendas del paseo de Gràcia, o incluso empresas más grandes. Lo divertido del caso, como más adelante explicaré, es que esa escuela estaba especializada en recoger a las ovejas negras de esas familias. Dicho de otro modo, en esa escuela los aprobaban. ¿Cómo? Pagando, por supuesto. Los niños iban a desayunar con 5.000 ptas en el bolsillo mientras nosotros llevábamos mil como mucho (estoy hablando de principios de los 90)

El amo (entonces todavía estaba reciente la serie Raíces y le llamábamos Masa) era director de una muy buena escuela de Barcelona. Una de las maneras que tenía esa escuela de ser buena era seleccionando alumnos (como ahora otras muchas). Esa selección implicaba echar a los que no llegaban a un mínimo. ¿Y dónde los enviaban? Pues a su escuela, donde a cambio de recibos astronómicos aprobaban. ¡Qué pedagogía la del señor X!, pregonaban los padres incautos que veían como por fin en esa escuela sus hijos sentaban la cabeza.

O eso creían, porque el señor X sólo los aprobaba al final de curso. No era hasta que había exprimido los bolsillos de sus clientes todo lo que podía que veían los resultados. Y mientras tanto, los profesores lidiábamos con el panorama.
Una de mis atutoradas, Nuria Rivesaltes no aprobó ni la Educación Física en la primera evaluación. No devolvía el boletín de notas firmado y tuve que llamar a su madre, un auténtico loro cuyas pulseras y collares anunciaban su llegada diez minutos antes de ser ésta efectiva.

Cuando le expliqué lo de la notas pegó un grito:
-TÍTIIIIIIIII!
(Yo buscaba un perrito o algún animal por debajo de la mesa)
-¿Qué son estas notas? (pronúnciese con acento de Julia García-Valdecasas)
Mientras chocaban las pulseras de la señora Rivesaltes contra la mesa yo descubría, superamazed , que Titi era la niña.
-Momó, te juuuuuuuuuuro que no sé que me ha pasao, y que no volverá a pasar. Te lo juro, momó.
- ¿Y Merceditas VisionLab, también lo ha suspendido todo?
La VisiónLab era la inútil heredera de una óptica muy reconocida, que vestía como una mujer de 40 años y era súperíntima de la Rivesaltes.
No, momó, ella ha aprobado tres, pero es que repite.

El próximo día explicaré más anécdotas de esa escuela, pero quiero decir para tranquilidad de mis lectores que ya no existe (ni nada que se le parezca hasta donde yo sé). También quiero decir, por si es necesario, que no tengo nada contra los pijos. Yo mismo tengo cierta tendencia al pijerío.

Lo que no soporto es la gente que lo quiere todo a cambio de nada, sean de la clase social que sean.

lunes, febrero 16, 2004

Arquitectura: el hábito hace al monje

Hoy hablaré de diferentes tipos de institutos, para deshacer el tópico de que todos los institutos son iguales. Hay institutos de toda la vida, situados en los centros de las ciudades y grandes pueblos. (Los pueblos más pequeños han tenido instituto hace poco). Suelen ser edificios antiguos, algunos viejos pero a veces verdaderas joyitas de la arquitectura civil, como el Politécnico de Vilanova i la Geltrú o el Verdaguer de Barcelona. Los profesores que allí trabajan también son unas reliquias la mayoría de las veces: eminencias de la enseñanza pública. Estos institutos, en la mayoría de los casos, no se han sabido adaptar a los nuevos tiempos y son decadentes, lo cual acentúa su encanto. Se niegan a cambiar (en la correspondencia, en las placas de la entrada) su antiguo nombre de Instituto de Bachillerato por el oficial de Instituto de Enseñanza Secundaria (IES).

Hay institutos, de construcción más reciente y arquitectura más desafortunada, que están ubicados en barrios obreros y que deben su propia existencia a la reivindicación de los vecinos. Tienen a su favor un AMPA (otra servidumbre de la corrección política: Asociación de Madres y Padres de Alumnos, no se me asusten) muy activa y profesores más jóvenes: menos experimentados pero más cañeros, que organizan más salidas por ejemplo. A veces tienen nombres horripilantes: es el caso de un instituto del Baix Llobregat que tomó su nombre de un barrio que a su vez había tomado su nombre de la fábrica de cemento que había motivado la formación de ese barrio colmena. Generalmente, esos nombres se cambian por el tiempo y se les pone el nombre de un escritor: ¿Para cuando el IES Terenci Moix?

Hay un tercer tipo de instituto, que es aquel instituto concebido para ser otra cosa: aquí la variedad es apabullante. Dejando aparte los colegios reconvertidos en Institutos, en Catalunya tenemos antiguos orfelinatos, colonias industriales y hasta un convento.

sábado, febrero 14, 2004

Público y privado

Hay muchos topicazos sobre la escuela pública y la privada. Como la mayoría de los topicazos son falsos o medias verdades. Hoy mismo hablando con una alumna que le explicaba a un alumno chino las diferencias entre ambos tipos de educación he tenido que intervenir para deshacer algunos entuertos.
(¿Dije chino? Debería haber dicho alumno de incorporación tardía, que es lo políticamente correcto: un día prometo dedicar una entrada solamente a los eufemismos en educación, que son la tira y la mar de divertidos).

A lo que íbamos: El primer topicazo es que la escuela pública es mala y la privada buena. No hacen falta demasiados argumentos para los lectores que me siguen que son inteligentes. Como es lógico de todo habrá por la viña del Señor. Pero si tenemos en cuenta que la escuela privada tiene como función primordial hacer dinero, tampoco es difícil imaginar que hay empresarios poco escrupulosos que recogen beneficios rápidamente en un tema tan delicado y a largo plazo como es la educación. Una vez, en mis años tiernos (ya lo explicaré un día), trabajé con uno de esos empresarios. Las escuelas privadas buenas tienden a hacerse una buena reputación con los años, como los institutos. La calidad de la escuela pública es entre media y buena porque tiene unos mínimos que cumplen todas. Los profesores estamos seleccionados mediante un proceso que puede ser más o menos discutido pero que es igual para todos y al que puede acceder todo el mundo, y eso da un mínimo de calidad homologable. Lo que hace variar la calidad de la enseñanza en un instituto son el barrio donde está situado, la coyuntura política (en Catalunya hemos tenido una época nefasta para la enseñanza pública), la política de marketing (lo explicaré, pero se trata básicamente de cómo compiten los institutos entre sí) y otros factores.

Otro topicazo, éste más fácil de demostrar porque es cuantificable, es que los profesores en la privada cobran más. El convenio de la privada suele estar entre un 85% y un 90% de lo que se cobra en la pública, y además los profesores de la privada dan más clases semanales que los de la pública (25 frente a 18). Además a un profesor de la privada que no haga este horario al completo, se le paga en proporción, lo cual empobrece todavía más su sueldo. Son la mayoría, porque es difícil cuadrar horarios escolares en los que todo el mundo haga el mismo numero de horas. Ese es el motivo por el que muchos profesores se pasan a la escuela pública. Hay escuelas privadas que pagan por encima del convenio, pero son las mínimas: más bien una excepción. Desde luego las que no pagan ni un céntimo por encima del convenio son las subvencionadas. Si se echan números, se entenderá que la administración potencie por métodos directos e indirectos la escuela privada subvencionada: por el precio de dos profesores en la pública tiene a tres en la privada, y sin problemas laborales ni lazos contractuales.

El próximo día explicaré cómo son de diferentes los institutos donde he trabajado, para desmontar el mito de que todos los institutos son iguales.

jueves, febrero 12, 2004

Montse y el de Plástica

Estoy contento por el recibimiento que ha tenido mi blog. Desde que le puse el contador ha tenido veinte visitas, con una mínima publicidad. Gracias a los y las que habéis hablado bien de mí por ahí.

Sigo con lo mío. Hoy van a acabar (momentáneamente) las historias de los desgraciaditos que vivían en el barrio más conocido por su hospital: ¿Qué habrá sido de ellos? Han pasado seis años desde que estuve allí. Aunque por razones de estilo los describa como seres espeluznantes (y la Virgen de Bellvitge sabe que algunos rasgos tenían), se les llega a coger cariño.

Hoy toca la que es seguramente la historia más triste, la de Montse, porque Montse sufría. Era más desgraciada que Carmen Maura en "¿Qué he hecho yo para merecer esto?", porque además ni siquiera tenía amigas.

Su hermana mayor había tenido un bebé de soltera, y lo había dejado con los padres. A Montse le tocaba compartir no ya habitación sino, ¡cama! con el chiquillo. Otra desgracia que le pasó es que le regalaron un cachorro de perro por navidad y se lo quitaron a los tres meses porque ya era demasiado mayor para caber en ese piso que no disponía siquiera de espacio para una cuna.

Montse podía arrancar a llorar en cualquier momento, por cualquier motivo e incluso sin él. Yo que conocía sus penas le daba un cleenex para que no se manchara la ropa al secarse los mocos y la dejaba tranquilita sin que nadie la molestara en un rinconcillo de la clase, sin preguntarle nada.

Con este panorama, y ahora empieza la parte divertida de la historia, no es de extrañar que Montse se aferrara como a un clavo ardiendo a cualquiera que le brindara un mínimo de comprensión o de cariño. Y ese fue su profesor de plástica. Se enamoró perdidamente de él, aún sin saber cómo se llamaba, ya que en ese instituto no era costumbre llamarnos a los profesores por nuestro nombre. Lo más bonito a lo que podíamos aspirar era a que nos llamaran por el nombre de la asignatura que dábamos.

Lo tenía en un altar, lo defendía a capa y espada. Sus amigas se reían de ella con la crueldad típica de los compañeros de colegio. Un día en clase, mientras estaban trabajando iban hablando de sus cosas (una de mis estrategias para sobrevivir: pactos de no-agresión. Tu me vas trabajando y yo te dejo ir hablando).

Amiga pérfida número 1:¿Y a tí como es que te gusta el de Plat-tica? ¡Pero si é carvo!

Amiga pérfida número 2: Con lo feo que é...

No era muy agraciado, si lo comparabamos con los idolos del Super Pop que consumían esas niñas. Creo recordar que era Ricky Martin por aquel entonces. Pero el de plástica era un ser enormemente cariñoso y noble que te podía hacer olvidar su físico a los cinco minutos de conversación.

Amiga pérfida número 3: Y lleva un anillo de casao...

Amiga pérfida número 4: ¡Está casao, está casao...!

Montse se levantó de su esquina con intención de estrangular a la número cuatro, gritando cuál folklórica en la revista 10 minutos:

-En la vida del de Plát-tica, solo hay doh muhereh: Su madre, y YO.

Ahí se acabo la conversación, porque tuve que separarlas.

domingo, febrero 08, 2004

El libro de torturas

Antes de aparcar el tema de la locura de algunos estudiantes (hay más cosas para narrar), quisiera explicar la historia de la Vero y de la Montse, que compartían aula (y profesor tutor)con el Iván del otro día.

La Vero era apabullante. Bruta y basta como ella sola, pero todo corazón. Aunque me costó unas semanas descubrir este último aspecto. Al ser yo un profe nuevo (llevo siendo profe nuevo mucho tiempo, como explicaré algún día), decidió hacer algo por caerme bien. Pero de tan ordinaria que era, hacer la pelota era demasiado sofisticado para ella, de manera que pasó directamente a la seducción. Tampoco tenía muchas artes ni finuras que digamos en el tema de manera que lo primero que me dijo al verme fue:
-Profe, mira qué tetas.
Al autor de estas lineas no le gustan las tetas, pero fue suficiente el comentario para que se ruborizara aunque mantuviera la compostura para mirar al otro lado. Estuvo un par de días sacandome la lengua lascivamente en clase hasta que decidió que no valía la pena seguir por ahí. Yo me la imaginaba con un libro de torturas para profes similar al libro de pócimas asquerosas que tiene la bruja de los cuentos:
-Aha... Página 15. Anorexia.

Un grupo de niñas vino a buscarme muy preocupadas porque la vero lo había devuerto todo, poniendose los dedos en la garganta y que no quería desayunar nada de lo que le daban. Yo me alarmé, lo reconozco, pero comprendí la situación al acercarme al lugar donde estaba la susodicha y ver que se había formado un corro con ella en el centro. Era otro montaje para llamar la atención.

Al comprobar que tampoco así le hacía mucho caso, optó por la publicidad indirecta. Corrió un lunes por la mañana la historia de que la vero había pasado el fin de semana con un tío (engañando a su santa e incauta madre a la que le había dicho que se iba a estudiar -ELLA, estudiar!) y habían tenido relaciones sexuales sin protección ni precaución ninguna. Todo el instituto, desde segundo de bachillerato hasta primero de ESO, sabía el día que le había de venir (o no ) la regla.

Yo no la hice ni caso tampoco. Acabó por cansarse.

Mañana explico lo de la Montse, que si no se hace muy largo el blog de hoy...

viernes, febrero 06, 2004

Psicologia de andar por casa

Una de las consecuencias de la lode, con sus secuaces logse (esta, muy mala) y loce (parece que promete ser muuuuuuucho peor) ha sido la psicologización de la enseñanza secundaria. Algún día hablaré de las leyes educativas actuales, cómo hemos llegado hasta aquí y qué se puede hacer si es que hay algo que se pueda hacer. Pero hoy, animado por mi pareja, he decidido empezar por explicar historias de alumn@s loc@s.

En un barrio en las afueras de Barcelona, que tiene un hospital muy grande y donde se acaba la linea 1 del metro, trabajé durante uno de los cursos más horripilantes de mi trayectoria profesional. Normalmente, te toca trabajar en barrios (es lo lógico, los centros de las ciudades los centros públicos tienen la feroz y desleal competencia de las escuelas privadas). Pero en el barrio con nombre de hospital las condiciones eran tan duras que tenía niños de manicomio.

"Iván" (siempre de ahora en adelante los nombres son inventados... u olvidados y sustituidos como ahora). Tenia 15 años y no podía tener el culo sobre la silla más de cinco minutos. No se le podía echar de clase siempre solo por eso, claro. Yo era su tutor y se suponía que debía ayudarle en su proceso de aprendizaje. Pertenecía a una estirpe de ladronzuelos, pero en su casa querían que el niño aprendiera algo de provecho para no tener que robar. En una de las entrevistas con su madre, motivada por una recaída en el intento de quitarse del maldito vicio familiar, su madre ya me advirtió que le tenía dicho a su niño que lo que se cogía en el colegio, había que devolverlo...

El año anterior, su hermana mayor y él habían recibido una lección en ese sentido por parte de los padres. Les habían dicho que se colaran a sustraer un género de ropa en una fábrica de la zona, con la intención de que los pillaran in fraganti unos policias previamente conchabados con los padres de los niños. Se trataba de ponerles el miedo en el cuerpo, aunque después se fueran a echar unas risas y unas tapas con la pareja de policias. "¿Lo véis, lo que os podría haber pasado? ¡Juajua!" Todo muy educativo.

El barrio con nombre de hospital se compone de bloques deprimentes de 9 o 15 pisos. Una vez, ante las múltiples quejas respecto a Iván por parte de los profesores, su madre, en otro alarde de pedagogía expeditiva, lo encerró en su casa para que no saliera (y supuestamente, estudiara) mientras se iba a hacer la carrera. Sus amigos le llamaron por el interfono como cada día:
-¿Te vienes Ivan?
-¡No puedo, mi madre me ha chapao en el piso!
-Pos tirate y te cogemos nosotros...
Iván vivía en el sexto primera.
-Paso, tío, que me pueo hacer daño...
Uno de los quillos tuvo una idea (nunca mejor dicho) de bombero:
Nen , tira el colchón de tu cama y nosotros te recogemos con el colchón, así no te haces daño!
Esa idea ya le pareció a Iván más juiciosa. De manera que tiró primero el colchón y luego se tiró él, con el resultado milagroso de un sólo brazo roto y la estupefacción de los vecinos, que de poco llaman a la tele porque no sabían si lo que estaban viendo era un ensayo del circo de los muchachos o un intento de suicidio asistido.

Mañana, explicaré otra historia del barrio con nombre de hospital.

miércoles, febrero 04, 2004

Primer dia

Cuando eres un profesor de secundaria nunca te aburres en la clase: la complicidad con los alumnos es un ingrediente necesario para sobrevivir e intentar que tus alumnos (un cóctel de hormonas, petardeo y ganas de aprender en proporciones que varian según el caso) te sigan el rollo. Esto que empiezo hoy intenta ser una crónica, a la manera de Toni Sala, más que un catálogo de anécdotas (que también las habrá, las tengo suculentas) al estilo de Planeta ESO.

En todo caso, a través de mis alumnos y alumnas podréis saber más cosas de mí.